Saturday, July 22, 2006

LEONORA CARRINGTON


Las raíces de Leonora Carrington se hallan en el norte de Inglaterra. Nació en Lancashire en 1917 y fue la única hija mujer de un acaudalado industrial textil y de una madre irlandesa.
Fundamentales resultaron ser, para su búsqueda personal algunos libros sobre alquimia y lo esotérico, así como las obras de Alexandra David-Neel y de Sir James Frazer. With Mystics and Magicians in Tibet e Initiations in Tibet de aquélla (ambos de 1931), que describen detalladamente los recorridos de una mujer independiente durante un viaje de iluminación en los Himalayas, fueron fuente de inspiración para el estudio que Carrington ha realizado a lo largo de su vida sobre las prácticas espirituales budistas.El libro La rama dorada (1890) de Frazer, en el que se exploran los orígenes paganos del dogma cristiano y se demuestra la influencia de la agricultura en la religión, reforzó su creciente escepticismo ante la veracidad de las versiones oficiales de la historia.
OBRA
Las pinturas de Leonora Carrington estuvieron siempre motivadas por lo personal, lo subjetivo y lo imaginado.Es un mundo de paisajes cambiantes donde el tiempo y el espacio se funden. La conciencia se detiene en el punto exacto donde se cruza lo material con lo inmaterial."Todo está conectado con algo más", dice Leonora, "Y lo que me interesa es aquello que produce la conexión".
El mundo literario y pictórico de Carrington es un mundo de límites indefinidos.Y donde los elementos que conforman las relaciones al parecer "opuestas", es decir, lo alto y lo bajo, lo comunicable y lo incomunicable, la noche y el día, dejan de ser vistos como contradicciones.Carrington siempre ha estado consciente del poder del espacio entre las cosas y de los espíritus que allí habitan: entre el aquí y el allá, la vigilia y el sueño, lo ordinario y lo extraordinario. Sus imágenes surgen a menudo en estados de sueño lúcido, y captura aquellos que muestran señales de energía excepcional. "Todos necesitamos y reconocemos poderes como la ira, el amor y el odio", dice. "Pero no sabemos lo que son, y tenemos una gran dificultad para nombrarlos. Los antiguos griegos los llamaban dioses y diosas, pero éstos eran sólo nombres convenientes. Después de todo, no se puede inventar una diosa". Sin embargo, durante cuarenta años ha sido de capital importancia para su obra reconocer que la cultura patriarcal ha reprimido a la mujer, que los humanos han perdido la sensibilidad y el respeto por la naturaleza, necesarios para sustentar la vida, y que las relaciones entre el mundo humano y el animal son cruciales para que la vida en este planeta siga como la conocemos. Su búsqueda de conocimientos y comprensión nunca ha cesado y está convencida de que las formas nuevas del saber
- de la geometría fráctil a la teoría del caos- prometen abrir nuevas puertas a la conciencia y el entendimiento.







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