Friday, September 23, 2005

LA AGUJA DEL MAESTRO


LA AGUJA DEL MAESTRO

En un célebre monasterio de Japón había un Maestro Zen famoso por su silencio. Todos le admiraban y sabían que se comunicaba “I shin den shin”, “De mi corazón a tu corazón”. Por eso, nadie osaba hacerle preguntas ya que entendían que él conocía sus corazones. Pero, como siempre, había un discípulo que todo lo quería pasar por su razonamiento, por el cedazo de la lógica más severa. Y claro está, vivía en un permanente desasosiego.
Un día, éste se acercó al Maestro del silencio y le espetó sin mucho respeto.
- Maestro, siempre te pregunto y tú no me respondes. No me explicas el misterio de la vida y del sufrimiento, si hay un más allá y qué forma adoptaremos después de la muerte. Eso en el caso de que haya otra vida después de la muerte.
El Maestro permaneció en silencio y la comunidad continuó su meditación en el más profundo y sosegado ambiente creado por el Maestro. Cuando todos se hubieron marchado a sus tareas, el Maestro le dijo al joven filósofo que se quedara un momento. Le entregó una aguja que llevaba al cuello pendiente de un hilo y le dijo:
- Toma esta aguja y coloca una gota agua en su punta.
- ¡Pero esto es imposible! – respondió el joven de inmediato.
- Más imposible es pretender encontrar respuestas a todo lo que está más allá del entendimiento.
El discípulo se postró en el suelo y no se atrevía a levantar el rostro por la vergüenza de no haber confiado en el silencio del Maestro.
- No te avergüences, hijo. Yo también era como tú y mi Maestro me dio esta aguja para que la llevara colgada al cuello. Tómala, creo que ya puedo pasártela a ti.

Jose Carlos García Fajardo.

Tuesday, September 06, 2005

HABLANDO DE SEXO II

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La vida sexual para los humanos tiene la misma importancia que la alimentación o la respiración. Es una necesidad natural del organismo. Sus manifestaciones pueden ser diferentes, tienen, de hecho, distintos tiempos. Uno no muere si deja de tener sexo, como sucedería inevitablemente, si dejase de respirar o de comer. No muere pero sufre alteraciones físicas y mentales, que pueden ser hasta peor que morir. El sexo y como se experimenta es determinante en el ánimo y en la salud de las personas. Alguien que vive con el drama de la impotencia sexual o de “eyaculación precoz” (en el caso del hombre), es alguien que vivirá con un grado de frustración y baja autoestima de tal nivel, que puede ser un potencial maltratador, que se inhibirá su creatividad y que sufrirá intensamente, salvo que logre “trascender” el instinto y el deseo sexual (lo que es muy difícil). Obviamente existe y se puede tomar el camino de la abstinencia o castidad, pero esa posibilidad, ese camino puede ser exitoso si es algo que responde a una profunda inspiración interior –como monjes o monjas- Es muy difícil que sea exitoso para alguien que lo toma por obligación. Que no quiere ese camino...que quiere tener sexo, solo que no puede...

Es tan importante la sexualidad plena, que cualquier acto o decisión que una persona frustrada sexualmente, tome, estará influido inevitablemente por el estado de ánimo que le produce esa frustración y tal decisión será por lo tanto, probablemente errada. Si esa persona es “importante” y sus decisiones afectan a otros...como puede ser un oficial, por ejemplo, que por una mala decisión puede mandar a sus soldados a la muerte...o un presidente o cualquier persona que tenga poder sobre otras. Las consecuencias de una vida sexual frustrada pueden ser insospechadas. Por el contrario, quienes viven una sexualidad activa y plena, son seres que irradian luz, creatividad y salud. Esto se nota a simple vista....se siente en la energía, en los ojos, en el ánimo de las personas cuando tienen o no un buen sexo. Es algo completamente evidente.

A continuación transcribo un fragmento del libro “El Tao de la salud, el sexo y la larga vida”

de Daniel Reid (Editorial Printer Latinoamericana Ltda..), sobre la visión de los chinos referente
a la importancia de la vida sexual en los seres humanos:

“Los chinos han sostenido siempre la opinión taoísta de que las relaciones sexuales entre macho y hembra son la principal manifestación terrenal de los principios universales de Yin y del Yang. Por consiguiente, los chinos consideran la sexualidad tan natural e indispensable para la salud y la longevidad humanas como lo es para la vida vegetal la lluvia que cae sobre los campos. El intenso sentimiento de culpa que acompaña a las cuestiones sexuales en la tradición judeocristiana constituye, para los chinos, uno de los aspectos más desagradables e incomprensibles de la cultura occidental.
La arraigada hipocresía occidental respecto del sexo ha impedido cualquier estudio serio sobre la sexualidad humana en el mundo occidental hasta hace escasos decenios. Como en todo lo demás, la filosofía occidental contempla el sexo a través de la óptica del dualismo: O bien se lo considera sagrado (en el matrimonio/pareja), o bien profano (fuera de lazos), sin admitir ningún matiz entre ambos extremos. Los chinos, en cambio, no establecen ninguna distinción entre sexualidad sagrada o profana. Por lo que a los taoístas se refiere, las únicas distinciones a tener en cuenta en materia de sexualidad son las que deslindan los hábitos sexuales sanos de los dañinos.
Los chinos abordan el tema de la sexualidad humana –como todos los demás fenómenos- con una mezcla de curiosidad y reverencia.
Dado que las relaciones sexuales son tan fundamentales para la vida humana como el comer o el dormir, los adeptos taoístas dedicaron mucho tiempo y atención al estudio de todos sus aspectos e implicaciones para la salud y la longevidad humanas. En una sociedad felizmente libre de represión sexual, los médicos taoístas pudieron examinar a fondo el comportamiento sexual humano y registrar con plena franqueza sus observaciones en libros y diarios, envolviéndolas en la habitual terminología taoísta, tan poética y florida.
Por consiguiente los chinos han tenido ocasión de abordar y estudiar las relaciones sexuales entre hombre y mujer con los ojos bien abiertos y la mente libre de prejuicios y, a lo largo de más de tres milenios, se han convertido en los más avisados observadores de la sexualidad humana y en los más imaginativos amantes.

LA NATURALEZA DEL HOMBRE Y DE LA MUJER

La diferencia esencial entre la naturaleza sexual del hombre y de la mujer reside en la distinta naturaleza del orgasmo masculino y el femenino. Cuando el hombre eyacula, expulsa su esencia-semen fuera de su cuerpo; cuando la mujer llega al orgasmo, también ella “eyacula” internamente toda clase de secreciones sexuales, pero éstas permanecen dentro de su cuerpo. La esencia sexual es una importante “batería” acumuladora de energía vital y una poderosa fuente de resistencia e inmunidad, tanto en los hombres como en las mujeres. En las relaciones sexuales convencionales, el hombre eyacula cada vez que realiza el coito, sea cual sea su edad y estado físico, tanto si su pareja ha llegado a el orgasmo como si no. Este hábito lo va despojando gradualmente de su principal fuente de vitalidad e inmunidad, dejándolo debilitado y vulnerable a la enfermedad y acortando la duración de su vida. La mujer, en cambio se fortalece cada vez más, gracias a sus propias secreciones orgásmicas y a la asimilación de la potente esencia-semen masculina.
La diferente naturaleza del orgasmo masculino y el femenino se refleja en las diversas expresiones coloquiales con que se describe este momento mágico, tanto en chino como en los idiomas occidentales. El término chino más corriente para referirse al orgasmo femenino es gao chao, “marea alta”, una gráfica y poética imagen derivada de la naturaleza. Cuando el hombre eyacula, en cambio, los chinos dicen que ha “perdido su esencia”, que la ha “arrojado”, que ha sufrido un “escape de semen” o que se ha “rendido”. Si el hombre eyacula antes de que su compañera haya alcanzado el orgasmo, los chinos dicen que ella lo ha “matado”. Los franceses describen la eyaculación como una petite mort, o “pequeña muerte”.
Al configurar las relaciones sexuales según los modelos del Cielo y la Tierra y conformarlas a la naturaleza del Yin y el Yang, los hombres pueden obtener un beneficio revitalizador de los impulsos sexuales, en lugar de hallarse siempre a su merced. En vez de agotar las preciosas reservas de esencia y energía, el sexo puede utilizarse de forma que las incremente. En la antigüedad clásica se trazaron apropiados paralelismos entre la naturaleza humana ya la Madre Naturaleza, paralelismos que ilustraban las cualidades básicas del hombre y de la mujer. De ellos se dedujeron apropiados principios que a continuación se utilizaron para regular las relaciones sexuales humanas. Tal como lo expresó Wu Hsien, un adepto de la dinastía Han:

El macho pertenece al Yang. La naturaleza del Yang es tal que el macho se excita fácilmente pero también es rápido para retirarse.
La hembra pertenece al Yin. La naturaleza del Yin es tal que la hembra se excita con lentitud, y también es lenta para saciarse.

En todo el mundo animal, incluso entre los insectos, la naturaleza ha conformado a la hembra como elemento superior, incomparablemente equipado para la supervivencia y la propagación de la especie.
Según la “ley de la selva”, el macho solo existe para proporcionar la semilla de las futuras generaciones y proteger el nido mientras la hembra cuida a cría a los retoños hasta que alcanzan la madurez. Las relaciones sexuales son estacionales, y, en tanto que todas las hembras en “celo” son fertilizadas, sólo una pequeña proporción de los machos más robustos se encarga de esta tarea.
Incluso entre los primates, únicamente los machos más fuertes y dominantes pueden fertilizar a las hembras, mientras que los más débiles son excluidos o mantenidos al margen de la manada. En algunas especies de insectos, como la viuda negra y la mantis religiosa, la naturaleza concede al macho un brillo aún más fugaz: en el instante en que ha depositado su semilla en la hembra, ésta se apresura a matarlo y devorarlo como si de un refrigerio postcoital se tratara.
Solamente los humanos (y algunos de los primates superiores, como el orangután( sostienen relaciones sexuales durante todo el año, de día o de noche, en cualquier estación y bajo cualquier clima, y solamente los humanos lo hacen principalmente por placer antes que por la procreación. Sin embargo, el macho humano, a pesar de su ego sobreinflado, está sometido a las mismas limitaciones inherentes que la naturaleza ha impuesto a su género en todas las especies.
El matriarcado es el reconocimiento social de la supertioridad femenina y constituye, por consiguente, la pauta natural a seguir por la especie humana. El matriarcado prehistórico de la china aún hoy se refleja en el lenguaje y el pensamiento de esta nación. La palabra suelta más frecuente en el idioma chino es hao, que significa “bueno” se compone del símbolo “mujer” situado junto al de “niño”, dando así a entender que el mayor bien es la relación generativa entre la madre (no el padre) y el hijo. El ideograma chino para “apellido” se compone de los símbolos “mujer” y “nacimiento”, lo que indica claramente que el linaje familiar en la China prehistórica se seguía por línea materna, al igual que en la antigua tradición hebrea antes del advenimiento del patriarcado. En todos los manuales sexuales de la antigüedad china, la mujer se representa siempre como guardián de los arcanos sexuales y fuente suprema de la esencia y la energía que sostienen la vida. En dichos textos, la mujer desempeña el papel de gran iniciadora y maestra de sexualidad, mientras que el hombre es descrito como un ignorante en materias sexuales.
Ningún artificio humano puede enmascarar o modificar los hechos fundamentales del tao. De ahí que surgiera una profunda contradicción entre la artificial superioridad del hombre y su autentica inferioridad sexual frente a la mujer, contradicción que dio lugar a esa guerra de los sexos que aún hoy continúa librándose en muchas alcobas, Eso también explicaría el profundo miedo y rencor que muchos hombres experimentan ante las mujeres, a pesar de la supuesta “inferioridad” femenina. El típico hombre “macho” es incapaz de afrontar el hecho de que las mujeres son sexualmente superiores, y no se atreve a admitir la realidad de su propia e inherente debilidad sexual. Este lamentable estado de cosas se debe principalmente a la ignorancia sexual.
Cualquier hombre lo bastante amplio de miras como para dedicar una mirada seria al Tao del Yin y del Yang –y lo bastante disciplinado como para practicarlo- descubrirá que el Tao elimina completamente la desigualdad fundamental entre la potencia sexual masculina y la femenina. El Tao posibilita que el miembro masculino se convierta en un instrumento para “toda
Ocasión”, tan competente como su equivalente femenino, y permite que hombre y mujer “hagan el amor, no la guerra”, al tiempo que protege la salud y prolonga la vida de ambos.”

CONSIDERACIÓN FINAL

Cómo aplicar las visiones chinas a la vida común y corriente de los occidentales y más aún los occidentales subdesarrollados culturalmente, es el punto difícil de emprender. Si se tiene la suerte de tener un compañero o una compañera sexual libre de prejuicios sociales y religiosos, que consideran al sexo como “algo” propio del amor y la pareja establecida solamente, bueno, se puede intentar experimentar el Tao del Yin y del Yang, oséa vivir el sexo como una función natural, sin culpas o posesividad o celos...sin límites ni referentes sociales. Simplemente como una energía propia de nuestra naturaleza que no necesita de marcos reguladores ni de compromisos sociales o emocionales.
Hay que entender que el amor es algo diferente del sexo. Puede ser que confluyan ambos sucesos –y es maravilloso cuando así ocurre- pero no es necesariamente siempre así.
Han sido básicamente las religiones quienes han instalado en el inconsciente
Colectivo la idea de que el sexo es una consecuencia del amor, o viceversa.
Eso no es así y aferrarse a esa creencia ha provocado grandes dramas y sufrimientos humanos...Solo es un error que está alojado en nuestras mentes, un absurdo error que no nos permite acceder a una vida sexual armoniosa y saludable. Basta ver a nuestro alrededor para darse cuenta que vivimos en una permanente crisis de amor, de parejas, de sexo...